domingo, 16 de abril de 2017

El Castillo de San Jorge de Sevilla, antigua sede de la Inquisición española


Lugar donde se encontraba ubicado el "Quemadero de la Inquisición", en Sevilla

"Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla"

Giordano Bruno al recibir la sentencia el 8 de febrero de 1600


Desde el Centro de Interpretación “Judería de Sevilla” pusimos nuestro punto de mira en el Castillo de San Jorge recorriendo a pie el camino inverso que realizara en tiempos pretéritos la “procesión de los reos”. En esta ocasión a través del antiguo "Quemadero" de la Inquisición que estaba situado en el Prado de San Sebastián -donde se encuentra actualmente la estatua ecuestre en bronce del Cid Campeador- llegando a la Plaza de San Francisco, donde existe una esquina entre la Sala Capitular y el Arquillo del Ayuntamiento -allí se ubica una Cruz como recuerdo de la Inquisición-, para tomar hacia la calle Zaragoza y Reyes Católicos que nos lleva hasta la margen derecha del río Guadalquivir, donde se encuentra "el castillo de San Jorge", en el sótano del actual mercado de Triana, donde se encuentran las ruinas de la antigua sede del Tribunal de la Inquisición, que durante más de tres siglos formará parte de la "liturgia del terror".

Siempre que se visita algún Centro de Interpretación de la Memoria como la Casa de Sefarad en Córdoba, la Judería de Sevilla, el castillo de San Jorge en Triana o el barrio judío de Hervás, en el norte de Cáceres entre otros, sale a relucir en los paneles ilustrativos que nos proyecta la historia el Tribunal de la Inquisición. 
Una institución que tenía no sólo el poder de prohibir y quemar libros contrarios a la religión católica sino que le fueron otorgadas plenas atribuciones por el Papa y la Corona española para perseguir, torturar e incluso mandar a la hoguera a los disidentes religiosos “cátaros, luteranos, protestantes, judíos, musulmanes e incluso gente de ciencia como Galileo, Giordano Bruno entre otros, figuran en su liturgia del horror”.

Giordano Bruno pensaba que la Tierra no era el centro del Universo y que podrían existir incontables soles y planetas que permanecen ocultos a nuestra visión (palabras que podrían ser de plena actualidad). Pero fue más allá, creía que en las leyes del Universo rigen en todos los lugares, en un momento en que se creía que la Tierra era un lugar bendecido por Dios. Pensaba que existían planetas fuera del sistema solar. Fue catalogado de maldito y herético por la Iglesia, quemando "todos sus libros" en la Plaza de San Pedro. La Iglesia ha rehabilitado su figura pero no sus ideas aunque actualmente los escolares estudien las leyes del Universo en las escuelas. 

El concepto de infinito que se debate ahora también fue mencionado por Giordano Bruno, situándose en el espacio. Defender esas teorías en esa época era muy peligroso. Para la Iglesia católica se ganó el título de "escritor maldito". El 8 de febrero de 1600 escucho su sentencia condenado a la hoguera por herejía. Giordano Bruno le dijo a la Iglesia al escuchar la sentencia "Tembláis más vosotros al dictar esta sentencia que yo al recibirla".

El movimiento científico considera a Bruno como un precursor de las leyes científicas posteriores que en el siglo XVI-XVII tenía la idea que existen otros mundos habitados por seres inteligentes, lo que en aquella época fue tachado de locura.


El 22 de junio de 1633, un débil hombre de ciencia y anciano Galileo fue citado a comparecer ante el Tribunal de la Inquisición de Roma y obligado para salvar la vida a pronunciar de rodillas la abjuración de su doctrina heliocéntrica.

"Eppur si muove" (y sin embargo, se mueve).

Los teólogos de la Inquisición romana calificaron la teoría heliocéntrica de "filosóficamente insensata y absurda y herética, ya que en muchos aspectos contradice de forma expresa las oraciones de las Sagradas Escrituras en su significado literal, su interpretación común y la opinión de los Santos Padres y de los doctores en teología".


Es cierto que Sevilla ocupó tristemente un lugar destacado en la historia de la Inquisición española. El Tribunal del Santo Oficio hispalense fue creado en 1.480. En sus primeros cincuenta años tuvieron que bajar el ritmo de las sentencias, al no existir cárceles ni dinero para mantener a tantos presos en sus sólidas y lúgubres mazmorras.


En un rincón del Ayuntamiento de Sevilla que da a la Plaza de San Francisco, se encuentra una Cruz que recuerda el Santo Oficio.

La Inquisición se creó para solucionar el “problema” converso -judíos convertidos al cristianismo-. Se decía que había conversos que conservaban parte de sus antiguos ritos y que su conversión no era sincera. Fue en el Convento de San Pablo en Sevilla donde comenzaron las primeras persecuciones contra ellos. Su drama fue inmenso y se prolongó durante toda la historia de la Inquisición.

La capital hispalense tuvo que ser muy a su pesar la triste protagonista al ostentar aquel 6 de febrero de 1481 el dudoso honor de convertirse en el escenario del primer Auto de Fe celebrado en España donde fueron quemadas seis personas como judaizantes. 



También por desgracia, Sevilla volverá a ser protagonista en el último caso de muerte en la hoguera, que se produjo en 1781 en el Quemadero del Prado de San Sebastián, paradójicamente una desafortunada anciana monja y ciega “la beata Dolores”. 

La presencia en Sevilla de un numeroso grupo de judeoconversos, que “presuntamente, preparaban una rebelión”, sirvió de coartada para la creación de la Inquisición Española que durará desde 1478 hasta 1834.

Paralelamente a la creación de la Inquisición en las Cortes de 1480, los Reyes Católicos impulsan la aprobación de dos medidas que anuncian la futura expulsión de nuestros judíos sefardíes: 

Deciden que tendrán que regresar para comer y dormir; igualmente se les impone la obligación de llevar un distintivo de color en la ropa para que sean identificados como judíos. 

El Castillo de San Jorge acogió durante 300 años este Tribunal de la Inquisición, extinguido en 1820. En sus mazmorras sufrieron prisión y tortura miles de hombres y mujeres de toda condición. Su imagen de siniestra fortaleza representó a la Inquisición Española en Europa. La recuperación de sus restos ha permitido recordar aquellos tiempos y reflexionar sobre los aspectos negativos de la condición humana.

El primer uso de este solar fue como una necrópolis almohade (siglos XII-XIII) relacionado con el barrio de Triana y con el "Puente de Barcas" que conectaba la antigua Isbilya "Sevilla" con  al-Xaraf "Aljarafe".

En las excavaciones se recuperaron 229 enterramientos, aunque la necrópolis debió de contener más de 1000 individuos. Las tumbas, en fosas muy sencillas, estaban orientadas hacia el sudoeste; el muerto aparecía con las piernas flexionadas y la cabeza mirando hacia el este, hacia la Meca, como es habitual en el rito musulmán.

Los numerosos vasos que aparecieron revelan la estrecha relación que existía entre el agua y los ritos funerarios musulmanes.

Una fortaleza para la defensa de Isbilya. Hacia 1220-1230, ante el avance de las tropas cristianas hacia el sur, la capital del Imperio Almohade en Al Ándalus edifica sobre el cementerio una fortaleza para custodiar el puente de barcas y proteger la ciudad.


El castillo, tras la conquista de Sevilla por Fernando III “El Santo” en 1248, parece que fue entregado a la Orden de los Caballeros de San Jorge. Existió una capilla que fue la primitiva parroquia de Triana quedando como ermita tras la construcción de la parroquia de Santa Ana por Alfonso X en 1276.

En tiempos de Enrique IV fue escenario de luchas entre los partidarios del rey y los de su hermano el infante Don Alfonso. En 1463 pasó a manos del Marqués de Medina Sidonia volviendo poco tiempo después a la Corona, bajo los Reyes Católicos. En 1481, ceden el castillo al Tribunal de la Santa Inquisición que establece allí su primera sede, manteniéndose así durante tres siglos. 

Siendo Inquisidor General de España don Fernando Valdés (1483-1568), cardenal Arzobispo de Sevilla, manda el traslado de la sede de la Inquisición al Castillo de San Jorge, en el arrabal de Triana, que había sido edificado sobre los restos de una antigua fortaleza almohade. Allí quedarán instalados los reos y sus verdugos “los inquisidores”. El Tribunal de la Inquisición ocupó el Castillo de San Jorge hasta 1.626 –muy deteriorado pos las fuertes arriadas- Reparadas las ruinas, vuelve a ser ocupado por la Inquisición hasta su traslado definitivo en 1.785 al antiguo y desaparecido colegio jesuita de las Becas, entre 1800 y 1803.

Las cárceles bajas se encontraban junto a la actual calle de San Jorge. Eran pequeñas y oscuras. La ciudadela del castillo de San Jorge contuvo entre 26 y 30 cárceles, llamadas “secretas”, destruidas en la reforma del castillo para mercado en 1820. Las llamadas “bajas” formaban agrupaciones adosadas a las murallas. Había también 12 “altas” en las torres, entre las que se encontraba la denominada “cámara del tormento”, en la torre de San Gerónimo, que daba a la actual Plaza del Callao. 


Maqueta del antiguo castillo de San Jorge de Sevilla, sede de la Inquisición 

La sala de audiencias era un edificio alargado donde el fiscal leía los cargos al acusado en presencia de los inquisidores, notarios y secretarios. Se mantuvo en uso desde su construcción en 1485 tratándose del único edificio de estas características que se conserva en España.

Los “Familiares” eran los servidores laicos del Santo Oficio, una especie de policía cuya misión era provocar la denuncia o detener a los presuntos herejes. Las “familiatiras” eran codiciosamente apetecidas, incorporándose a ellas gentes de todos los estratos sociales, en especial de la nobleza. Los oficiales inquisitoriales, mayores y menores, podían llevar armas y sólo podían ser juzgados por la Inquisición.


Certificado de Familia firmado por la Inquisición sobre la limpieza de sangre.
Centro de Interpretación "Judería de Sevilla"

El proceso inquisitorial se iniciaba siempre por una delación o por una inquisición, lo que hoy llamaríamos una investigación. 

El procedimiento habitual constaba de varias fases:

Edicto de Fe o Edicto de Gracia

Se pronunciaba un sermón en el cual se daba un tiempo de gracia para que todos aquellos que pudiesen estar cometiendo delito de herejía, se confesasen voluntariamente. También se alentaba a la delación. El confeso, en teoría, se aseguraba la brevedad del proceso y penas sólo pecuniarias, normalmente.

Calificación y Acusación 

Después de una delación, y antes de proceder a una detención, se presentaba la evidencia del caso a un número de teólogos que actuaban como calificadores, para determinar si los cargos implicaban herejía. Si los cargos eran suficientes, se detenía al acusado. 

Clamosa 

La detención iba acompañada de la inmediata confiscación de los bienes del acusado. No se le explicaban las razones de su detención y se mantenía en secreto durante todo el proceso la identidad de los testigos. El día que así lo dispongan los inquisidores, el detenido era llevado ante los jueces. En la primera sesión se le interroga acerca de su identidad, sus ascendentes y familiares, dónde y con quién se ha confesado por última vez


Entonces se le pide que lo confiese todo y que manifieste el motivo por el cual, se le ha detenido. Se repetía tres veces en varias semanas. En la última, si el reo no confesaba, el fiscal presentaba los cargos.

En la Audiencia

El fiscal leía la acusación y se le pedía al acusado que contestara a las acusaciones inmediatamente, sin que se le concediera tiempo ni abogado. Después, se le daba permiso para buscar ayuda legal para su defensa. El acusado podía defenderse:

a) Citando entre sus enemigos a los delatores.
b) Presentando objeciones contra los jueces.
c) Llamando testigos favorables (proceso de abonos). El proceso se componía de una serie de audiencias, en las cuales tanto la acusación como la defensa hacían sus respectivas declaraciones, y una serie de interrogatorios, realizados por los inquisidores en presencia de un notario.


Tormento

Si los inquisidores lo consideraban necesario, el acusado era sometido a tortura, normalmente al potro, donde se le apretaban las muñecas y tobillos con unas cuerdas. Solía bastar con unas sesión y era buena señal para los inquisidores que el reo confesase.

Sentencia

Cuando la defensa y la acusación terminaban sus exposiciones, el caso se daba por concluido y llegaba el momento de dictar sentencia. Para ello era necesario formar una consulta de fe, corporación que estaba formada por los inquisidores, un representante del obispo y algunos licenciados en teología o leyes, llamados consultores: todos votaban.

Auto de Fe

Una vez estaba dictada la sentencia, el acto final era una compleja ceremonia donde se proclamaban las sentencias y se aplicaban los castigos: el Auto de Fe. Era un espectáculo religioso donde no se quemaba a los condenados. Para esa liturgia del terror se dedicaba "El Quemadero".



Auto de Fe en la parroquia de la Magdalena de Sevilla, por Lucas Valdés

Los reos salían con el sambenito puesto desde el Callejón de la Inquisición en el Castillo de San Jorge para cruzar el río Guadalquivir por el desaparecido Puente de Barcas (1170-1850) que contaba con 11 barcas encadenadas, atravesaban el Arenal y entraban en Sevilla por la Puerta de Triana y llegar a la Plaza de San Francisco, donde los Inquisidores dictaban sus sentencias para que fuesen ejecutadas por el brazo secular en el “Quemadero del Prado de San Sebastián” o lugares similares donde se preparaba un entarimado para presenciar “tan magno acontecimiento”.

El Quemadero del Prado de San Sebastián estuvo en el lugar que actualmente ocupa el monumento a "El Cid" donde cientos de personas perecieron en la hoguera junto al Quemadero de Tablada culminando una liturgia del horror justificado por el "Santo Tribunal" que justificaba bajo el nombre de "Autos de Fe".

Más que un castillo, el recinto fortificado de San Jorge era una auténtica ciudadela. Las edificaciones interiores se apoyaban en el muro y adaptaban su fachada a las diagonales que los comunicaban. Estas diagonales eran verdaderas calles que partían de los tres accesos el recinto y confluían en el centro, junto a la capilla. Incluso el empedrado que tenía era igual que el que solía pavimentar las calles de la ciudad de Sevilla en los siglos XVII y XVIII. La pendiente de las calles estaba orientada al río, para que desaguara en él.

La casa del primer inquisidor era la de mayor entidad, destacando por su gran superficie, patio con galería, doble altura y amplios salones; con una posición privilegiada frente a la ciudad, torre mirador y un conjunto de instalaciones como correspondía a una persona principal. Disponía también de cuadras, bodega y de un área de servicio con personal y cocina propia con despensa, pozo, etc. Junto con los fiscales, contadores y receptores, los inquisidores eran los oficiales mayores.


Cuadro "Expulsión de los judíos de Sevilla" de Joaquín Turina y Areal

Los inquisidores se desplazaban en mulas que se mantenían en las cuadras con acceso desde la calle. Disponía de 5 amarres y un pozo con su pilón para dar de beber a las bestias.

Disponían de bodegas subterráneas o “fresqueras”, para mantener en unas condiciones estables de humedad, temperatura y oscuridad los alimentos como las chacinas, quesos, aceite y vino. También esta bodega fue usada para dormir al fresco durante las noches del riguroso verano.

En la fortaleza también existían las casas del Nuncio o Delegado Papal y del Notario del secreto, encargado de redactar los documentos del proceso. Eran típicas casas de patio andaluz con escalera y doble altura con vistas al interior de la ciudadela y al río. El Notario del secreto era un oficial medio, como los Alguaciles, Los Alcaldes, o los Notarios del secuestro y los Jueces de Bienes, que se ocupaban de las propiedades confiscadas.

El portero y su mujer ejercían la función de vigilancia y de servicio. Era una casa popular típica andaluza de pequeño patio central, escalera exterior, leñera, despensas y una cocina en planta baja, durmiendo en la planta alta. Los porteros eran oficiales menores de la Inquisición, como también lo eran los despenseros, médicos, capellanes y cirujanos…

Después de su abandono por el Tribunal de la Inquisición, el Estado lo cede perpetuamente a la ciudad de Sevilla, ocupándose el Ayuntamiento de su derribo y posterior explanación del solar. Hasta 1822, fue usado como almacén de grano, momento en que se construye el Mercado Municipal de Abastos de Triana. 

Entre 1845 y 1852 se le amputa el extremo sur para la construcción del “Puente de Isabel II”, manteniéndose como mercado hasta nuestros días, con una demolición real del edificio viejo en 1990 para construir el actual. En el proceso de las obras se recuperan los restos de la dilatada historia que ahora contemplamos.

En la actualidad, las ruinas subterráneas del Castillo de San Jorge se han convertido desde 2009 en un Centro de Interpretación sobre el Castillo, la Inquisición Española y la represión religiosa.



Algunos inquisidores que brillaron "con luz propia"...

Tomás de Torquemada

Dominico castellano, primer Inquisidor General de Castilla y de Aragón en el siglo XV que inició el mayor periodo de persecución a los judeoconversos entre 1480 hasta su muerte en 1498 teniendo lugar bajo su mandato la expulsión de los judíos el 31 de marzo de 1492.

Cardenal Cisneros

Confesor de la Reina Isabel la Católica, arzobispo de Toledo, primado de España y tercer Inquisidor General de Castilla, perteneciente a la Orden Franciscana. En 1499 implanta la conversión forzosa, la represión y la violencia, para conseguir que la población andalusí de Granada abandone la religión musulmana contraria a las Capitulaciones. Aprovechó la “Revuelta del Albaicín” para asaltar la Madraza “Universidad granadina” que venía funcionando desde 1349, cuya biblioteca con textos coránicos será llevada a la plaza de Bib-Rambla, donde será quemada en la hoguera. Será una de las más tragedias culturales más grandes de Europa.

Diego Rodríguez Lucero

Nombrado en 1500 Inquisidor General de Córdoba, protagonizó los más cruentos Autos de Fe, entre los que destaca el celebrado el 22 de diciembre de 1504 donde murieron quemadas vivas 107 personas, en una noche. Este cruel personaje fue objeto de la primera revuelta contra la actuación inquisitorial de la historia de esta institución, siendo expulsado de la ciudad de Córdoba. Lucero arrestó a ciudadanos principales por motivos insignificantes o con pretextos falsos con el fin de apoderarse de sus bienes. Algunos testigos conversos testificaron que habían sido obligados a enseñar sus oraciones judías a cristianos viejos para acusarlos de judaizantes. Lucero fue detenido al fin en 1507 cuando iba a producir un holocausto de 160 personas siendo sus víctimas puestas en libertad. Pero había quemado a 130 personas en 1500, a 120 en 1504 y a 27 en 1506.

Fernando Valdés

Nombrado simultáneamente Arzobispo de Sevilla e Inquisidor General. Era una forma elegante de apartarlo de la Corte. Intransigente, ambicioso y sin escrúpulos, destruyó la carrera de Juan de Vergara (canónigo, humanista, de ascendentes judeoconversos, acusado de luterano y alumbrado) y la del obispo de Toledo, Bartolomé Carranza. Este último logró recusarle como juez, de tal manera que se había ensañado con él. Fernando de Valdés, fue autor, en 1559, de uno de los Índices de libros prohibidos. Promulgó unas “Instrucciones” para la Inquisición, en las que reformó y reorganizó el proceso inquisitorial.

Fernando Niño de Guevara

Inquisidor General y Cardenal de Sevilla mandó a ejecutar durante su cargo a cientos de personas siendo cesado por orden del Rey en 1.602, debido a múltiples quejas. En 1601 había sido nombrado Cardenal de Sevilla donde ejerció el cargo hasta su muerte. Una fecha clave en la historia hispalense será el Sínodo de 1.604, en el cual el cardenal, en un alarde de soberbia, obligó a las cofradías a pasar por el Palacio Arzobispal, lo que se considera en la actualidad como la “Carrera Oficial a la Santa Iglesia Catedral”.

Óleo sobre tabla pintado por Francisco de Goya entre 1812 y 1819. 
Representa un "Auto de Fe" por "delitos contra la religión católica" impartido por el Tribunal de la Inquisición.

Personajes históricos perseguidos por la Inquisición

Pablo Antonio José de Olavide y Jaúregui (1725-1803)

Fue escritor, traductor, jurista y político. Tras una larga estancia en Francia, regresa a España como introductor convencido del enciclopedismo francés. En la actualidad se le recuerda por ser el artífice de la primera gran reforma universitaria española, así como por intentar racionalizar recursos tanto naturales como económicos que confluyeran en la modernización del país. Es nombrado superintendente de las nuevas poblaciones de Andalucía, por lo que vive en Sevilla. Impulsó una verdadera reforma del comercio, las infraestructuras, el urbanismo y la cultura.

Su acomodada posición económica, hicieron que la Inquisición comenzara a vigilar estrechamente sus actividades y escritos. En 1775 se le abre el primer proceso inquisitorial. Es acusado de proposiciones heréticas. En 1776 es condenado como hereje convicto y se confiscan todos sus bienes, ingresando en las cárceles de la Inquisición. Dos años después se le declara “hereje, infame y miembro podrido de le Religión”. Es condenado a 8 años de reclusión en un monasterio. Europa se escandaliza. En 1779 logra escapar a Francia. Vivió la Revolución Francesa y la Convención le nombró ciudadano de honor.

Su creación literaria más destacada es “Historia de un filósofo desengañado”. Entre sus ensayos: “Informe sobre la Ley Agraria”, y el “Informe sobre el Proyecto de Colonización de Sierra Morena”.

Escribe “En Evangelio en triunfo” (1797), fruto de una profunda crisis religiosa, donde expresa su arrepentimiento. Carlos IV le permite volver a España, le restituye todas sus dignidades y le concede una reta anual de 90.000 reales.


María Dolores López

Ciega sevillana con delirios de santidad. Decía que tenía revelaciones y tratos con la Virgen.. Condenada a la hoguera, se arrepintió en el auto de fe y cuando fue llevada al quemadero se le dio garrote y su cuerpo fue quemado. Este hecho lo narra el escritor Blanco White como recuerdo de su infancia. Fue la última víctima de la Inquisición e Sevilla.

María de Bohorques

Miembro del grupo protestante de Ponce de León, hijo del conde de Bailén, al que acusaron de recibir literatura protestante de un arriero llamado Julián Hernández. 

Joven muy culta que defendió sus creencias como católicas. Antes de su ejecución dos jesuitas y dos dominicos trataron de “salvar su alma”. Salieron impresionados por su sabiduría y por la defensa de su fe. Fue agarrotada estrangulada- por luterana y después quemaron su cuerpo en el quemadero del Prado de San Sebastián, en 1559, con tan sólo 24 años de edad. Era hija ilegítima de Pedro García de Jerez y Bohorques, caballero principalísimo de Sevilla.

Casiodoro de Reina

Considerado el maestro de la comunidad evangélica que se había formado en el monasterio de los jerónimos de San Isidoro del Campo (Santiponce). Después de las detenciones de Constantino Ponce y otros, varios monjes de dicha comunidad huyeron hacia Ginebra. Entre ellos se encontraban Cipriano de Valera y Antonio del Corro. Fueron figuras destacadas de la Reforma europea. Su traducción de la Biblia (la Biblia del Oso) fue la primera completa al castellano, procedente del griego y del hebreo. Fue quemada una imagen suya en un Auto de Fe en 1562.

Santa Teresa de Jesús

Descendiente de judíos conversos. En 1575 su obra “Vida” fue objeto de sospecha, siendo examinada por la Inquisición en el Tribunal de Sevilla, que no dejó que se publicara hasta su muerte en 1582. En 1576 ella y las carmelitas reformadas fueron denunciadas de nuevo ante el Tribunal de Sevilla por una novicia expulsada, pero la Inquisición no siguió adelante.

“E iban a mí con mucho miedo a decirme que andaban los tiempos recios, y que podría ser me levantasen algo y fuesen a los inquisidores. A mi e cayó esto en gracia, y e hizo reir, porque jamás yo temí”, decía.

Samuel Abravanel (Juan Sánchez de Sevilla). Siglo XIV

Nace en Sevilla en una familia con raíces toledanas y de gran posición social y económica. Fue contador mayor del rey Juan I (es decir, el jefe de todos sus recaudadores y contables). Es un hombre de negocios, pero no por ello deja de admirar a rabinos y estudiosos, a quienes protege y respalda económicamente. Su familia ocupa casas importantes de la Judería de Sevilla (existe documentación de propiedades de Samuel Abravanel en el Barrio de San Bartolomé el Nuevo), y hay una zona lindera con la muralla que se daba en llamar “adarve de los Abravanel o Abravannieles”). Pone su fortuna en liberar y defender a muchos correligionarios que se van perseguidos a causa de su fe. El transcurso de los acontecimientos y la intuición (por desgracia certera) de que los tiempos venideros serán nefastos para los judíos españoles, lo hacen convertirse al cristianismo. Existe documentación en las que se refieran a Samuel Abravanel como Juán Sánchez de Sevilla desde 1387. Aparece en los escritos como tesorero mayor de la reina o del rey. Con la conversión pudo mantener la integridad de su patrimonio así como la propia vida.

Susona Ben Susón (siglo XV)

Era hija de un rico mercader converso llamado Diego Susón. Admirada por la belleza de su rostro y el de su cuerpo, era llamada por los sevillanos “la fermosa fembra”, y gozaba de admiradores y pretendientes en toda la ciudad de Sevilla. Enamorada de un apuesto joven perteneciente a un noble linaje de cristianos viejos de la familia Guzmán, le confesó a su enamorado las conversaciones secretas que su padre tenía con otros conversos. Querían hacerse con el control de la ciudad y evitar las continuas represalias y vejaciones a que eran sometidos los conversos por los cristianos viejos. De inmediato, el joven dio noticias de esta conspiración al alcalde de la ciudad, y éste hizo apresar a todos los conspiradores (entre ellos el padre de la Susona) a los que se dio muerte. Entre los conspiradores estaban Pedro Fernández de Benaveda, mayordomo de la Catedral; Juan Fernándes de Albilafia, llamado “el perfumado” por su excesiva compostura en el vestir y arreglarse, que era letrado y alcalde justicia; Adolfo de Triana, también rico mercader y hombre principal, y así hasta 20 conversos pudientes de Sevilla, Carmona y Utrera. La joven se vio huérfana y abandonada por su amado, llevando una vida misteriosa y escondida que dio lugar a numerosas leyendas.

Despreciada por los cristianos como conversa e hija de conspirador, y por los judíos y conversos como traidora a los suyos, la leyenda dice que se encerró en su casa hasta su muerte y con su cadáver apareció una nota diciendo “Para que sirva de ejemplo a los jóvenes en testimonio de mi desdicha, mando que, cuando haya muerto, separen mi cabeza de mi cuerpo y la pongan sujeta en un clavo, sobre la puerta de mi casa, y allí se quede para siempre jamás”.

La calle de la Susona se llamó antes la calle del Ataúd y la calle de la Muerte…así que no parecía tener muy buenos presagios

En el lugar en el que estuvo colgada la supuesta calavera de la Susona hasta bien entrado el siglo XVII, se colocaron unos azulejos en los que puede leerse: 

“En estos lugares, antigua calle de la muerte, púsose, la cabeza de la hermosa Susona Ben Susón, quien, por amor, a su padre traicionó, y por ellos, atormentada, dispúsolo así en testamento”.

Blanco White (1775-1841)

Escritor, teólogo, crítico literario y bibliotecario, José María Blanco Crespo, conocido como Blanco White, es considerado como representante destacado de la Ilustración española. Ordenado sacerdote en 1800, fue canónigo de la Catedral de Sevilla. Su curiosidad intelectual lo convierte en un defensor a ultranza de la libertad religiosa y de conciencia. Es partidario de la independencia y la libre autodeterminación de las colonias. Estudioso y pensador infatigable, funda en Sevilla la Academia de las Letras Humanas. Alza su voz señalando a la Inquisición española como la causante principal de la decadencia, servilismo y terror de la sociedad.

Cansado del oscurantismo y la intolerancia, se marcha a Inglaterra en 1810, donde se hace anglicano y funda el primer periódico de oposición: “El Español”. Su circulación fue inmediatamente prohibida tanto en España como en las colonias. Los partidarios de la Inquisición iniciaron contra su persona y pensamiento una feroz campaña en la que él y su obra son tratados como el exponente máximo de la traición y el antipatriotismo.

Sus “Letters fron Spain (Cartas desde España)” reflejan fielmente su amargura, desazón y rebeldía frente a lo que sucedía en su país. Plantea con radicalidad la necesidad urgente de separación de la Iglesia y el Estado.

Entre sus obras destacan: “Vida del Reverendo J.Mª Blanco White”; “Cartas de Juan sin tierra” y la novela “Intrigas venecianas”.

Bartolomé de Carranza

El Tribunal de la Inquisición inició uno de los procesos más controvertidos de la historia contra un brillante teólogo dominico doctorado en Roma, durante los primeros años del Concilio de Trento (1543 y 1551) que defendía la pureza del dogma católico y la disciplina de la Iglesia frente a la reforma protestante. Fue Predicador del Emperador Carlos al que asistió en sus últimos momentos en Yuste y de su hijo el rey Felipe II, quien le encumbraría a la más alta dignidad del mundo cristiano después del Papa, el Arzobispado de Toledo y Primado de las Españas, para abandonarle poco después “Proceso contra Bartolomé de Carranza Miranda”. 

En 1557, Felipe II le obligó a aceptar la silla de Toledo, que también quería rechazar. Allí sorprender por su manera de ejercer la caridad. Pero Valdés, el Inquisidor General, que se consideraba con más derecho a la sede de Toledo, hace que se le acuse de hereje. Es detenido y a partir de entonces será un juguete de la pugna entre Roma y las autoridades españolas. Pío IV pide que se le entregue el prisionero pero Felipe II se niega. Pío V logra que sea trasladado a Roma bajo amenaza de excomunión. Allí permanece nueve años. Finalmente, escucha una sentencia de compromiso: no es absuelto, pero tampoco es condenado por hereje. Murió a los 17 días de su puesta en libertad después de pasar 17 años en la cárcel.

Fray Luis de León

Célebre poeta del Siglo de Oro, pertenecía a la orden benedictina y era doctor en Teología. Con antepasados conversos, fue denunciado a la Inquisición por León de Castro, catedrático de griego y rival suyo, por preferir el texto hebreo del Antiguo Testamento a la versión latina. También por traducir “El Cantar de los Cantares” a la lengua vulgar, cosa prohibida por el Concilio de Trento. Pasó 5 años en las cárceles de la Inquisición, el tiempo que duró su proceso. Por empeño personal del Inquisidor general fue absuelto, lo que era muy raro, ya que la Inquisición, para no reconocer que se había equivocado, solía suspender el procedimiento y liberar al reo.




P.D. Según el cronista de la villa de Morón Juan José García, por lo menos hasta el siglo XVI la Inquisición tuvo sede en Morón y fue en el convento de San Juan de Dios “hoy Colegio de la Inmaculada”, donde tuvo su sede. 

Pero el topónimo “Cruz Verde”, estandarte del Tribunal de la Inquisición, era una especie de salvoconducto en forma de Sambenito con una cruz de ese color para poder entrar en la villa y permanecer en ella varios días, siempre con el peto puesto. Las ejecuciones se hacían en la Plaza de la Carrera y a veces colocaban el cadalso en la Plaza de Santa María.


De Juan García Atienza "Guía de la Inquisición española"
Sevilla, vista desde el antiguo castillo de San Jorge

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