lunes, 18 de abril de 2016

El Valle de la Sauceda, lugar de la Memoria Histórica

Antigua ermita de la Sauceda a 36º 31´24.75" N  5º 35´28.02 O según Google Earth

“Que los árboles de la Sauceda no nos impidan ver el bosque”.


Cercano el 80º aniversario del comienzo de la Guerra Civil española (1936-1939) y como complemento de nuestra visita realizada al Puerto de las Cruces de Morón como “Lugar de la Memoria Histórica” -donde los viejos del lugar citan un gran algarrobo como testigo del cruel destino de muchas personas inocentes, a la que le fueron taladas sus vidas en aquel trágico verano de 1936-, enarbolamos de nuevo nuestras naves para poner viento en popa hacia el antiguo poblado de “la Sauceda” en el Parque Natural de los Alcornocales.

Desde Morón, tierra de la Cal, del Flamenco y de nuestra propia esperanza, transitamos hacia Alcalá de los Gazules por la A-371 para ascender por el Puerto de Galis al Valle de la Sauceda (A-375) donde un panel ilustrativo de la Junta de Andalucía nos lo recuerda como “Lugar de la Memoria Histórica de Andalucía”.



Muy cerca de las faldas de la Sierra del Aljibe se encuentra el cortijo “El Marrufo” donde se han hallado una de las fosas comunes más grandes existentes en España. Los vecinos del lugar conocen esa zona como "la majá (majada) de los muertos". 

A comienzos de la Guerra Civil fueron taladas las vidas, sueños e ilusiones de centenares de campesinos. La desaparición indiscriminada del poblado “La Sauceda” dejó sin hilo de transmisión a las generaciones futuras formando parte de los crímenes de “Lesa Humanidad”.

Una fatídica fecha donde los antígenos de la “sinrazón”, el odio y la venganza crearon el caldo de cultivo ideal para que los instintos más primitivos y deplorables del ser humano crecieran exponencialmente para convertirse en una verdadera ignominia “in nomen -sin nombre-“.

La violencia y el terror emplearon el aceite de ricino, el tiro en la nuca y las paladas de cal viva a deshoras de la noche porque carecieron de la tolerancia necesaria para aceptar los resultados de las urnas expresando su gozo sin reparos cuando observaron que peligraba su posición social o estaban temerosos del anticlericalismo.

La memoria colectiva grabada en la retina de los pueblos debiera hacer reflexionar a las generaciones venideras en el 80º aniversario del comienzo de la Guerra Civil, de lo que no debiera volver a repetirse jamás.



El Valle de la Sauceda -como tantos otros lugares de la Memoria Histórica-, están impregnados de ese dolor lacerante del que brotan sentimientos que permanecen vivos en la retina de la historia mezclada con efluvios de utopía.

La población de La Sauceda es todavía un magnífico ejemplo del milenario sistema de aprovechamiento agroforestal de los primeros pobladores de estas tierras. Las viviendas que lo componen llegaron en algunos momentos a acoger a más de un millar de habitantes cuyas casas se encuentran dispersas por el territorio asociadas a dos grupos principales: uno alrededor de la Ermita y otro en las cercanías de la Laguna del Moral.



La base del sistema es la vivienda como núcleo familiar, de planta cuadrangular y edificada con los recursos del entorno, piedra arenisca, barro, madera, brezo, corcho y cal. Anexos a este edificio estaban el chozo (que hacia las veces de cocina), el horno de pan, los cercados y zahúrdas para el ganado, los molinos harineros, el cementerio, la ermita escuela y la casa del Alcalde. La historia de la Sauceda termina con el bombardeo y la toma del poblado a principios de noviembre de 1936 y su posterior abandono.

…Haciendo una breve historia, el topónimo “Sauceda” alude a la condición de los desahuciados que se fueron refugiando en su hábitat desde comienzos del siglo XVI -donde “sauciaban” sus esperanzas, de ahí su nomenclatura-.

En tiempos muy pretéritos “La Sauceda” llegaría a formar parte de la frontera entre el reino nazarí de Granada y la Corona de Castilla. La literatura popular menciona a “La Sauceda” como refugio de los moriscos cuando fueron expulsados de la antigua Granada a partir del 9 de abril de 1609 tras la Rebelión de las Alpujarras ocurrida entre 1568 a 1571. 

Don Miguel de Cervantes en 1613 menciona la Sauceda “Coloquio de los Perros” en el diálogo entre Berganza y Cipión:

“Déjoslos encerrados, y volvió a coger los trofeos de la batalla, que si, mal no me acuerdo, lo era entonces el licenciado Juan Sarmiento de Valladares, famoso por la destrucción de la Sauceda…”.

En 1618 el escritor rondeño Vicente Espinel en su “Vida del escudero Marcos de Obregón” define este paraje natural:

“Fuíme a La Sauceda donde hay lugares y soledades tan remotas, que puede un hombre vivir muchos años sin ser visto ni encontrado si él no quiere”.

 El sotobosque está repleto de helechos comunes (Pteridium aquilinum)

Al ser un paraje escondido, La Sauceda fue refugio en el siglo XVI de la partida de Pedro Machuca, con trescientos hombres, la primera que ha dejado registro documental. La Sauceda llegó a ser un importante refugio de bandoleros y excluidos que por circunstancias históricas se vieron obligados “a echarse al monte” en un contexto de la España rural de una época que actuaba como verdadero caldo de cultivo, donde los antígenos de la miseria y el hambre por un lado y el caciquismo por otro serán el anverso y reverso de la sociedad española del siglo XIX y comienzos del XX.

Pero sobre todo, la Sauceda será trágicamente conocida como el último refugio republicano de la provincia de Cádiz que se mantuvo fiel a la II República. Allí se ocultaron a muchas personas que huían hacia Málaga republicana para evitar ser apresados y ejecutados.

La Legión Cóndor formada por voluntarios de la Lufwaffe como apoyo decidido de Hítler al ejército de Franco llegó al puerto de Cádiz el 6 de octubre de 1936. A los pocos días los sediciosos fascistas por tierra y la aviación nazi provocaron un auténtico genocidio que borraron del mapa a todo un pueblo para siempre “La Sauceda” y que la memoria aunque efímera intenta recuperar. La enorme ofensiva nacionalista provocará crímenes catalogados de “Lesa Humanidad” contra cientos de campesinos indefensos que tan sólo pretendían defender su vida y la de su familia. 

La represión generalizada ya estaba prevista en los planes de los conspiradores coincidiendo que la mayoría de los altos mandos nacionalistas aplicaban criterios adquiridos en la guerra colonial. Los dramáticos resultados sólo serían cuestión de tiempo.

La mentalidad fascista de la época se puede resumir en el discurso de Mola el 19 de julio de 1936:

“Hay que sembrar el terror…hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”.

O el discurso radiofónico que pronunciara Gonzalo Queipo de Llano el 23 de julio de 1936 como preámbulo de la trágica Guerra Civil española:

“Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: ¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Río, id preparando sepulturas¡ Nuestros valientes legionarios y Regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen (...)

Ya conocerán mi sistema: Por cada uno de orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por lo menos, y a los dirigentes que huyan, no crean que se librarán con ello: les sacaré de debajo de la tierra si hace falta, y si están muertos los volveré a matar”…

El Marrufo. Foto: http://www.entornoajerez.com
Los bandos de guerra de Queipo de Llano autorizaban a los comandantes militares la eliminación física de aquéllas personas que se opusieran al golpe de Estado que acababa de producirse el 18 de julio de 1936 en la Península

Como consecuencia de tanta “sinrazón”, comenzaba la jauría contra decenas de miles de hombres y mujeres inocentes humillados, detenidos, torturados y desaparecidos por las fauces del odio. 

El epílogo de la Guerra Civil coincidió con los últimos días del poeta universal don Antonio Machado simbolizando la derrota de la II República que buscaba dentro de las difíciles circunstancias de hambre y miseria heredadas desde tiempos ancestrales la justicia social, el progreso y la igualdad pero se topó de lleno con la clase reaccionaria que desde siempre ha atrasado el reloj de nuestra historia.

La Iglesia no le perdonó nunca a la República haber roto el monopolio de la educación y la jerarquía eclesiástica se alineó con la derecha, con los poderosos y con la dictadura. La cuestión religiosa ofreció una buena excusa para elevar la temperatura del conflicto. La derecha de la época odiaba a la República por ser democrática y sin embargo, no le preocupaba lo más mínimo ni el paro endémico, ni la desesperanza de las clases populares, ni el hambre, ni los niños que desfallecían en las escuelas por falta de alimento, ni las familias con raquitismo y tuberculosis, ni los campesinos hambrientos que mendigaban en Salamanca, Badajoz y Andalucía, en la España rural de 1936 con grandes tasas de analfabetismo. 

La derecha contaba con un ejército ultraconservador que junto con los terratenientes y capitalistas no desaprovecharon la gran oportunidad de poner en marcha el ansiado golpe de estado cuando se produjeron los asesinatos del teniente José Castillo el 12 de julio de 1936 y de José Calvo Sotelo al día siguiente en respuesta al anterior. El asesinato de Calvo Sotelo se utilizó más adelante para justificar la sublevación pero los planes estaban ya en marcha.

Las democracias occidentales no tuvieron la altura de miras necesarias al actuar con pasividad como el caso de Francia e Inglaterra. No se dieron cuenta de que en España se jugaba el futuro de las democracias europeas ante el empuje agresivo del nazismo y el fascismo. Fueron muy cobardes al claudicar ante el recelo de la posible expansión del bolchevismo. El Acuerdo de Munich de 1938 entre los jefes de gobierno de Alemania, Italia, Francia e Inglaterra relegó a un segundo plano el asunto español. Se dieron cuenta demasiado tarde de que la Guerra Civil española resultaría el detonante y primer acto de lo que ellos sufrirían después en sus carnes con el nazismo en la II Guerra Mundial. 

La historia la podrán escribir siempre los vencedores con su corifeo de panegiristas correspondiente hasta que la memoria colectiva que permanece intacta en la retina del pueblo la vuelva a reintegrar con la dignidad necesaria en su lugar. 

"Los crímenes de guerra que se cometieron por el bando que “venció pero no convenció” porque tenían la fuerza bruta -como dijo el sumo pontífice de la Generación del 98, don Miguel de Unamuno, el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca-, fueron celosamente ocultados para que la historia no pudiese contarlo". 

Hasta tal punto invirtieron las tropas nacionalistas en terror que el 19 de agosto de 1936 asesinaron al poeta español más célebre del siglo XX, Federico García Lorca llevado a cabo por quienes había denominado tiempo atrás “la peor burguesía de España”. Y ello en Granada, “su Granada”, como dijo Antonio Machado en su elegía.

La Memoria Histórica en toda la geografía española intenta recuperar desde la fuerza que otorga la razón, la memoria de tantas y tantas vidas segadas en las cunetas y fosas comunes. La dignidad de las víctimas junto con el dolor de sus familiares exige la obligación moral de no olvidar y el derecho de una reparación moral. 

Tal vez sea cierto que los españoles "padezcamos" amnesia y seamos reacios para afrontar nuestra propia "Memoria Histórica" a menudo ignorada, desconocida y no pocas veces tergiversada, incluso por algunos “historiadores” que colocan su ideología por encima del rigor histórico. Una enorme capacidad para el olvido nos impide ser capaces de afrontar con altura de miras nuestro pasado reciente. La Guerra Civil española con su Memoria Histórica es indispensable para comprender nuestra Historia Contemporánea.

En la actualidad, la memoria de las víctimas merece que al menos, los hijos de sus hijos conozcan la verdad para poder “cerrar al fin su duelo”. Las nuevas generaciones tienen derecho a que los posos de aquellas miserias de injusticias garanticen la cordura y la concordia entre todos los españoles de hoy, pasados 80 años de aquel terrible episodio.

La sociedad tiene el deber y el derecho de conocer la verdad y el Estado de Derecho la obligación de reparar moralmente el injustificable daño causado a miles y miles de inocentes. 

La Sauceda se ha convertido por derecho propio en Lugar de la Memoria Histórica. No es cierto que la Ley de la Memoria Histórica abra de nuevo las heridas. Lo que realmente pretende es cerrarlas definitivamente con la máxima dignidad.

La fachada de su vieja ermita fechada en 1923 convertida en un auténtico vestigio -con artrosis degenerativa en sus anquilosados sillares-, aún permanece erguida como fiel testigo de la sangre inocente vertida en sus entrañas.

Se me viene a la memoria unos bellos versos del amigo Pepe Castro como homenaje a las víctimas…

Tierra fértil que acogiste

osamentas de hombres

firmes y por derecho.

¡Qué suerte tuviste de

cobijarlos en tu lecho!.

¡Con cal viva los enterraron

Los enemigos del pueblo!.


Desde el Pico del Aljibe si nos lo permite un dicho existente en Tarifa “la madre que parió el viento de levante y del poniente”, se puede observar una hermosa panorámica entre el verde de los alcornocales vestidos de abundantes musgos y líquenes con el blanco desparramado de sus pueblos blancos   como Medina Sidonia, Alcalá de los Gazules, Arcos de la Frontera, Algar o Benalup-Casas Viejas.


De nuevo la retina de la historia nos proyecta aquel libro ya descatalogado “Viaje a la aldea del crimen” publicado en 1934 donde Ramón J. Sender narra los acontecimientos que tuvieron lugar en Casas Viejas entre el 10 y el 12 de enero de 1933 constituyendo uno de los hechos más trágicos de la II República, abriendo una enorme crisis política que le costará el gobierno a Manuel Azaña.

La masacre de Casas Vieja fue el grito jornalero que provocó un dolor lacerante al sur del sur, por culpa de la ancestral miseria resignada y por el hambre de las familias en el campo andaluz. Desde la Reconquista, un altísimo porcentaje de su territorio lo constituye “el latifundismo” en manos de unos señores agrarios que han sido denominados por la literatura popular “terratenientes, señoritos cortijeros o caciques” que han impedido la Revolución Industrial y el progreso. En un río revuelto de miseria resignada, podrían disponer de una mano de obra hambrienta, sumisa y barata.

Los sucesos de Casas Viejas se convirtieron en una auténtica “razzia”. Una tierra esclava que quería ser libre como decía Ramón J. Sénder, conmocionó a la opinión pública de la época. El cruel resultado de la sinrazón de Casas Viejas se tradujo en 21 muertos entre calcinados, ametrallados y fusilados…

En julio de 2016 se cumple el 80º aniversario del comienzo de la Guerra Civil española cuya “sinrazón” se proyecta todavía hasta nuestros días como substrato de ciertas posiciones ideológicas. Una fecha que tal vez, pase desapercibida para las nuevas generaciones pero cuyo dolor lacerante polariza aún sentimientos debido a que sus heridas no han cicatrizado correctamente ni han sido tratadas con el rigor histórico necesario.

Desde la Sauceda, antiguo nido de bandoleros, lecho de republicanos, fuente de maquis y lugar de la Memoria Histórica por su dimensión social y trascendencia histórica, para el blog de mis culpas...




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