lunes, 18 de mayo de 2015

Visita a la "Vieja Cáceres"



Después de haber disfrutado de una grata visita en la “Antigua Emérita Augusta” retomamos de nuevo la Vía de la Plata, como eje vertebrador de la antigua Lusitania que enlazaba la ciudad emeritense con Asturica Augusta y que posteriormente Tiberio, Trajano y Adriano prolongarán esta vía fundamental hasta Itálica, Hispalis y Gades, donde partían desde Baelo Claudia donde obtenían el famoso “garum”, una salsa de pescado considerada afrodisiaca en la antigua Roma y altamente apreciada junto con el aceite de oliva de la Bética, almacenados en ánforas y que eran exportados a través del Mare Nostrum a todas las partes del Imperio.

En el “Itinerario de Antonino” la calzada número XXIV correspondería entre Mérida y Zamora y la XXVI entre Zamora y Astorga. 




La antigua Vía Lata “camino ancho de los romanos”, denominada Balata por los musulmanes “camino empedrado” por una deformación árabe del término “balath”.

Extremadura, tierra de pastos al otro extremo del Duero, “Extremis Dorii” latino que quiere decir “ los extremos del Duero”. 

La Vía de la Plata ha sido y sigue siendo el vertebrador en la vida cultural, económica y social de Extremadura. Una antígua e histórica calzada romana en la que confluía la denominada “Ruta Mozárabe” que utilizaban los mozárabes para enlazar desde la antigua Córdoba, Jaén, Málaga, Granada y Almería con la Vía de la Plata con destino en Santiago de Compostela "Campus Stellae". 

Dicha vía como obra cumbre de la arquitectura civil, contribuyó rápidamente a la islamización de sur a norte a partir del 711 y posteriormente recibió las influencias románicas y góticas de norte a sur.









…Comenzamos en la Plaza Mayor como epicentro de nuestra visita a la “ciudad de los mil escudos”, donde nuestra retina capta al instante la Torre de Bujaco junto al adarve y la Ermita de la Paz. Junto a ésta parte una escalera que inicia su ascenso hacia el Arco de la Estrella, -por tener en su parte interna un templete con la imagen de la Virgen de Ntra. Señora de la Estrella y en la parte externa del arco que mira hacia la Plaza Mayor, el escudo de Cáceres labrado en piedra-, que nos introduce en otra época, como si del túnel del tiempo se tratara.

La Torre de Bujaco deriva del califa Abu-Ya´qub, conquistador de la ciudad en 1173 perteneciendo a la misma época que la torre almohade. Cuenta la leyenda en la dicha torre fueron degollados cuarenta caballeros cristianos por las tropas árabes pero en historia todo es falsable mientras no se demuestren las fuentes documentales que son las únicas que cimentan los criterios objetivos basados en el rigor histórico. La literatura popular pertenece a otro ámbito.

Destaca el ocre de las piedras centenarias que jalonan las innumerables casas-palacios, iglesias y lienzos de murallas que nos van derivando sin prisas hacia la Plaza de Santa María donde se encuentra la Concatedral de Coria-Cáceres con la escultura de San Pedro de Alcántara, el Palacio Arzobispal y el Palacio de los Golfines de Abajo, donde se hospedaron los Reyes Católicos.



Muy cerca se encuentra la calle Amargura donde se puede observar la torre de Carvajal junto al palacio del mismo nombre con sus bellos jardines, destacando su higuera milenaria. En dicho edificio se encuentra ubicado el Patronato de Turismo.



Es evidente que la conquista de América tuvo su influjo en la ciudad monumental de Cáceres cuya riqueza trajeron los conquistadores para emplearla en la construcción de palacios, conventos y castillos como elementos fundamentales del patrimonio histórico-artístico de Extremadura, cuya gestión empezará a gestarse con el inicio de la Reconquista. Los escudos heráldicos son protagonistas en las fachadas medievales de la “Vieja Cáceres”. 

Atravesamos la Plaza de Santa María para llegar a la Plaza de San Jorge donde nos observan erguidas las dos torres de la Iglesia de San Francisco Javier cuya fachada principal es de estilo barroco con dobles columnas. Preside la fachada el santo con un escudo de Carlos III.


La Cuesta de la Compañía nos introduce en la Plaza de San Mateo con la Iglesia del mismo nombre. Junto a ésta nos encontramos el Convento de San Pablo y la Torre de las Cigüeñas, que nos recordaba que la Plaza de las Veletas estaba próxima. En dicha plaza se encuentra el Museo de Cáceres en la “Casa Palacio del Aljibe o de las Veletas”, mandada a construir por Diego Gómez de Torres sobre los restos de un antiguo alcázar almohade donde en su sótano existe un impresionante aljibe de la época musulmana cuyos estudios arqueológicos recientes dan testimonio de que el aljibe formaba parte de la Mezquita Mayor durante el período islámico.


Este soberbio edificio alberga el Museo Arqueológico Provincial cuyos fondos dan testimonio vivo de la huella prerromana, romana, visigoda, árabe y judía, aglutinadas tras siglos de historia para admiración de los viajeros que visitamos aquéllas tierras.

Muchos siglos evidencian la romanización de la colonia “Norba Caesarina” tras la fundación en el siglo I a.C. como ciudad a la que se dotó de fuertes murallas defensivas mediante cuatro puertas que daban acceso a su interior. 

El "pater familias" debía tener la mejor habitación de la casa romana. Según cuentan varios escritores romanos como Columela. "De Re Rustica I, IV, 6-8", en unos tiempos en el que las unidades de plata como el denario y el sestercio junto con el aureo como modena de oro empezaban a acuñarse en época del César, hacia el año 44 a.c.



Uno de los legados de la dominación islámica en la antigua “Cazires” fue su muralla almohade, que en el siglo XII protegía la ciudad del avance cristiano. Los aljibes repartidos por la ciudad son algunos ejemplos de la impronta árabe en el proceso de islamización. La ciudad permaneció en ruinas hasta que en el siglo X, los almohades utilizaron el recinto como refugio en sus ataques contra los cristianos. Durante los tres siglos siguientes reconstruyeron y ampliaron las murallas romanas llamando “Hinz Qazris” a esta población, dotándoles de un alcázar cuyos restos más importantes son un aljibe y la mezquita.




















La villa es reconquistada definitivamente en 1229 por Alfonso IX, iniciándose la construcción de una nueva ciudad “Cáceres”, formada por casas fuertes en el interior de la muralla. En el siglo XV se construyeron la mayoría de los edificios civiles y religiosos, reformados en el siglo XVI por la llegada de las ideas renacentistas convirtiéndose muchas casas fuertes en casas-palacio sin perder su estilo austero. En esta época se produce el regreso de algún conquistador de América, construyendo aquí su palacio. En el siglo XVIII se transforma la Puerta Nueva en Arco de la Estrella.

En 1986, la UNESCO, declara a Cáceres “Ciudad Patrimonio de la Humanidad”. Posee además una magnífica colección de escudos heráldicos (Más de 1300 ejemplares).



Desde el Museo de Cáceres atravesamos la Plaza de San Mateo, de estilo gótico tardío, construida sobre los restos de una antigua mezquita árabe. Nos introducimos en la “Judería Vieja” que nos llevaba al barrio de San Antonio. No podemos olvidar que Cáceres también contó con una importante Comunidad Judía distribuida entre la Judería Nueva (extramuros) y la Vieja (intramuros) entre la maraña irregular de sus angostas calles empedradas donde se ubicaba la sinagoga, hoy convertida en la ermita de San Antonio.

Tras la "Reconquista" los hebreos ocuparon esta zona de la villa acudiendo en 1477 a la reina Isabel para pedirle mayor equidad en el reparto de cargas municipales y les atendió su petición. 

Había entonces 130 familias judías, una cantidad considerable para una población de la villa de unos 8.000 habitantes. 

Los hebreos contribuyeron a la cultura y finanzas de la ciudad pero fueron expulsados a partir del 31 de marzo de 1492 por los Reyes Católicos mediante el “Decreto de la Alhambra” como preludio de la posterior expulsión de los moriscos a partir de 1609.

Un hecho trascendental que atrasó el reloj de nuestra historia fue la expulsión de los moriscos el 9 de abril de 1609 por Felipe III, tras la rebelión de las Alpujarras (1568-1571) al ser considerados virtuales aliados de los turcos que asolaban los puertos del Mediterráneo. En 1567 entraba en vigor la Pragmática Sanción firmada por el rey Felipe II que desencadenó la Rebelión de las Alpujarras, la cual limitaba las libertades religiosas de una población morisca obligada a abandonar sus modos de vida y costumbres, la prohibición de usar sus nombres en árabe y hacer uso de los baños como purificación antes de entrar en las mezquitas.

La desafortunada decisión trajo consigo el consiguiente abandono de los campos de cultivo al considerarse a los moriscos como una especie de quinta columna o enemigo interior. Fueron expulsados trescientos mil árabes entre Aragón, Levante y Andalucía que pesaron como una gran losa en la agricultura al dejar los campos desiertos y por consiguiente, nuestra economía. 

Actualmente la vieja aljama de Cáceres se encuentra dentro de la Red de Juderías de España.






El “Callejón de la Monja” nos lleva a la “Casa del Sol o de los Solis”, una casa fortaleza del siglo XV de estilo gótico en cuya fachada aparece el escudo familiar con un sol con rostro humano coronado por un yelmo. Un alfiz enmarca la puerta con arco de medio punto con dovelas bajo el escudo. En la parte superior de la fachada destaca un matacán de defensa semicircular con aspilleras en forma de cruz.




La “Torre de Sande o de los Plata” es un impresionante torreón cubierto de yedra. Formaba parte de una casa señorial ya desaparecida perteneciente al linaje de los Sande y fue construida a finales del siglo XIV sobre otra casa más antigua. Su torre gótica de elevada altura estuvo rematada con almenas. Destacan sus ventanas y ajimeces con parteluces, y el impresionante matacán defensivo de la atalaya sostenido por nueve mensulones.



Descendiendo entre callejuelas empedradas llegamos al Palacio de los Golfines de Arriba del siglo XV que conservan tres de sus cinco torres, una de las cuales, del siglo XVI no está desmochada por poseer su dueño, García Golfín, permiso del rey Católico para no hacerlo. Frente a este se encuentra el Palacio de los Condes de Adanero con su fachada de estilo manierista construida en 1596 por el Alférez Mayor de la Villa don Pedro Rol de Ovando y de la Cerda.




Entre palacios, iglesias, torreones y museos -donde el color ocre de sus piedras dan fe de la gloria de tiempos pretéritos-, hemos realizado una grata ruta que nos ha derivado al adarve musulmán donde se encuentra el Postigo de Santa Ana y la Torre del Horno que fuera construida por los árabes aunque en su base se reflejan los sillares romanos. En las proximidades se encontraba también la alhóndiga para almacenamiento y venta de trigo.

Las murallas de Cáceres aportan un verdadero testimonio excepcional sobre las fortificaciones realizadas por los almohades en España. Fueron construidas por las huestes de Abú Ya´qub a finales del siglo XII, de argamasa sobre base de mampostería, empleando tapial que deja a simple vista las hileras de mechinales que empleaban los alarifes para su construcción.




La Torre de la Yerba nos recuerda que volvemos de nuevo a la Plaza Mayor, lugar de origen de nuestra ruta por la Vieja Cáceres cuyo magnífico legado y efluvios de su historia han impregnado de argumentos nuestros sentidos para volver a visitarla. 

Con el calor del mediodía, buscamos la sombra para desentumecer las piernas y poder rehidratarnos mediante una buena cerveza de la tierra “Legado de Yuste” acompañado de la buena gastronomía de la zona, lo que nos ayudaba a recuperar las energías perdidas entre la angostura de las empedradas cuestas en la “Vieja Cáceres”, para proseguir en busca de ciudad monumental de Trujillo.

Durante la ruta de vuelta visitamos Almendralejo, Zafra, Monesterio de Tentudía y Santa Olaya de Cala [en cuya gastronomía destaca los productos ibéricos de bellota] entre tiendas de jamones y embutidos ibéricos que estimulan los sentidos y el paladar de cualquier amigo de la buena gastronomía.

Pero eso forma parte de otra interesante historia que compartiré con los amigos.

 Desde la "Vieja Cáceres" para el Blog de mis culpas…


P.D. Durante nuestra ruta de vuelta visitamos Zafra, Monesterio de Tentudía y Santa Olalla de Cala en la ruta del jamón ibérico. Al observar el castillo de Santa Olalla en la sierra homónima se puede entender el papel fundamental que desempeñaba la sierra no sólo durante la romanización de Hispania sino en tiempos de la antigua Al Ándalus salpicada de construcciones defensivas [alcazabas -al qasab-]. Con la conquista cristiana, los pobladores musulmanes se atrincheraron en Sierra Morena con el propósito de controlar los pasos sobre la Meseta.


Uno de los pasos más importantes durante esa época fue el de Santa Olalla, por su ubicación con respecto a la Ruta de la Plata y hacia el Valle de Guadalquivir y sur de Andalucía, lo que hizo del castillo de Santa Olalla un verdadero punto estratégico, clave para el control de los reinos islámicos de la antigua Al Ándalus. Poco a poco los cristianos fueron avanzando sobre territorio musulmán, y acabaron tomando la antigua Isbilya “Sevilla” a mediados del siglo XIII. Con ello, Sierra Morena comenzaba a perder su valor geoestratégico. En ese momento, los cristianos comienzan una ingente labor de reconstrucción de antiguas alcazabas defensivas para afianzar su poder y defenderse de presuntas invasiones portuguesas "la banda gallega".



El Castillo de Santa Olalla es un claro testimonio en la evolución histórica de estos lugares y joya del patrimonio histórico-artístico del parque natural. El Castillo que observamos en la actualidad pertenece a finales del siglo XIII [gótico mudéjar con caracteres almohades] siendo mandado a construir en 1296 por orden de Sancho IV bajo la jurisdicción de Sevilla [el castillo formaba parte de la banda gallega, establecida frente a los intereses expansionistas portugueses, al igual que los de Aroche, Cumbres Mayores y Frenegal de la Sierra, entre otros], De influencia árabe es la entrada principal y la decoración de sus torres, desde las cuales se observan una impresionante panorámica del parque natural.

Es de planta rectangular. Su recinto amurallado tiene 135 por 54 metros con un espesor de 2,30 metros. Los muros y torres están construidos en piedra. Y las puertas y esquinas de las torres en cantería mientras las bóvedas y saeteras son de ladrillos. En la muralla se conservan almenas y parapetos completadas el sistema defensivo por diez torres almenadas, de planta rectangular o semicircular, que aún conservan las saeteras. Destaca la torre central, del lado este, que defiende la entrada principal de la fortaleza.

La entrada principal, con arco exterior en granito y cubierta de bóvedas de ladrillo, tanto de medio cañón como de crucería. La puerta secundaria, de sillería granítica posee disposición recta, con cubierta de medio cañón.

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