lunes, 17 de noviembre de 2014

II Viaje a la Alpujarra de Brenan





 “Fue un momento malísimo, aunque digan lo contrario en las escuelas. Se perdieron una civilización admirable, una poesía, una astronomía, una arquitectura y una delicadeza única en el mundo, para dar paso a una ciudad pobre…”

Federico García Lorca sobre la “Toma de Granada” en 1492 por los RR.CC. 10 de junio de 1936 



Al reencontrarnos con la Alpujarra de Brenan, impregnamos de nuevo nuestros sentidos con las esencias y efluvios moriscos. La retina del recuerdo nos extrapola bellas imágenes de aquel primer viaje que realizamos a la Alpujarra no hace mucho tiempo en época estival; una de las comarcas más singulares de Europa bajo un entorno natural privilegiado. 

Pueblos blancos con su fisionomía tradicional diseminados a lo largo de Sierra Nevada y la Sierra de la Contraviesa, cada uno con sus peculiaridades etnológicas. No es nada extraño que semejante vergel de la naturaleza haya servido de inspiración para que numerosos viajeros como Gerald Brenan estimularan nuestro apetito viajero por el último reducto morisco de la antigua Al Ándalus. 

Su libro “Al Sur de Granada” nos permite viajar sólo con la imaginación por aquélla Alpujarra donde Brenan viajó a lomos de una mula a comienzos de 1920. 




Entramos desde Granada a través de Santa Fe por la A-44 ascendiendo por el "Suspiro del Moro" que va hacia la Costa Tropical -Motril- para desviarnos por la A-348 hacia Lanjarón cuya etimología deriva de Al-Lanjaron (lugar de manantiales), considerada la puerta de entrada a la Alpujarra granadina. 

Allí disfrutamos de las fuentes de agua cargadas de poesías donde la placeta de Santa Ana es sólo un bello ejemplo. Un remanso paz donde desaparecen las prisas bajo el eco del agua que calma la sed y fluye hacia un antiguo lavadero público del siglo XVIII. 




Paseando por la Avenida de la Alpujarra sorprende la enorme cantidad de macetas y flores junto a las fachadas de las casas hasta desembocar junto a la Fuente Viva, obra del escultor Ramiro Megías donde se produce una fusión entre el agua y la piedra. Al mismo tiempo se unen el pasado y el futuro representado por la vitalidad de los niños jugando y una pareja de ancianos descansando junto al borde de la fuente y cogidos de la mano.

Sin olvidar su histórico castillo sobre un promontorio rocoso que perteneció al sistema defensivo nazarí como testigo de tiempos pretéritos en antiguas tierras de fronteras. 




La Alpujarra entre fuertes contrastes verdes y ocres permanece siempre acompañado por el blanco puro de la cal de los pueblos blancos que jalonan Sierra Nevada, la Sierra de Lújar y la Sierra de la Contraviesa, destacando sus paredes encaladas donde predomina el “efecto botijo” que permite que las paredes de las viviendas transpiren y mantengan la temperatura en invierno y las refresca durante el verano. 

Por otro lado, el agua fluye de manera irregular formando arroyos y pequeñas cascadas susurrando y acariciando nuestros frágiles tímpanos proporcionando bellas estampas bajo el amparo de un turismo respetuoso con el medio ambiente. 



Llegamos a Órgiva donde deleitamos nuestra retina con la iglesia "Nuestra Señora de la Expectación" del siglo XVI construida sobre una antigua mezquita. Sus dos elevadas torres gemelas con chapiteles de pizarra se hacen visibles desde mucha distancia. 

Órgiva nos indica el camino hacia la Alpujarra Alta. En 1492 fue cedida por los Reyes Católicos a Boabdil -Abu 'Abd Allāh-, como lugar de retiro. La expulsión de los judíos el 31 de marzo de 1492 y posterior exilio de Boabdil fue el preludio de la diáspora de los moriscos a partir de 1609. 

El 31 de marzo de 1492 emiten los Reyes Católicos el Decreto de la Alhambra por el cual se obliga a los judíos a la Diáspora como preludio de lo que más tarde ocurriría con la población morisca a partir del 4 de agosto de 1609 como la mayor expresión de intolerancia ocurrida en la Europa durante este periodo de la historia. Unos sucesos trascendentes que atrasaron el reloj de nuestra historia al acabar con una civilización cuyo legado forma parte de una de las principales riquezas del pueblo andaluz como resultado de su proceso histórico como base de su identidad cultural, modelada a lo largo de siglos y que forma parte de la memoria en palabras del prestigioso antropólogo Isidoro Moreno.

El año 1492 fue annus mirabilis o de los milagros para los cristianos con la unificación peninsular configurando un modelo de nación junto al Descubrimiento del Nuevo Mundo y al mismo tiempo fue un auténtico annus horribilis para la población sefardí condenada a la Diáspora el 31 de marzo de 1492 que sería el preludio de lo que ocurría más tarde en 1609 con la expulsión de los moriscos.





Descansamos en Pampaneira con su peculiar aspecto bereber y tiendas de harapas  con las alfombras, mantas o cortinas que inundan de color todos sus pueblos. Sus diseños se remontan a la época andalusí junto con la artesanía de la madera, esparto, mimbre, cerámica, talabartería, etcétera. 

Nada más llegar a Pampaneira nuestra retina capta al instante los grandiosos paisajes naturales junto a la arquitectura típica alpujarreña que ha sabido integrarse en su medio natural. 

La angostura de sus empinadas y sinuosas calles por donde baja el agua fresca de la montaña, casas blancas orientadas al sur para aprovechar el clima mediterráneo que terminan en tejado plano junto a los tinaos como estructuras de viguerías de madera a través de la cual se puede pasear y que forman las azoteas cubiertas con lajas de pizarras rematadas con las tradicionales chimeneas con sombrero. 





En Pampaneira degustamos el plato y las migas alpujarreñas para recuperar fuerzas para seguir zigzagueando hasta Bubión y Capileira, que forman el “Barranco de Poqueira”. 

Las casas alpujarreñas se desparraman anárquicamente por sus laderas entre terrazas y azoteas con sus esbeltas chimeneas, lo que otorga al conjunto una gran belleza. 



Capileira situada a 1436 de altitud es considerada una joya arquitectónica donde casi todas las casas están orientadas en dirección al mediodía con sus angostas y empinadas callejuelas por donde corre el agua por su parte central. 

El primero de noviembre nos encontramos con la fiesta de las castañas. Su origen como fiesta pagana hay que buscarlo en las antiguas costumbres de los labradores alpujarreños de festejar la recolección de las cosechas como muestra de agradecimiento. Una tradición que ha sido recuperada tostando las castañas en grandes hogueras mientras se ameniza con bailes que hacen las delicias de niños y mayores que esperan en las colas con sus capiruchos de papel para que llenarlo de castañas calentitas acompañado de algún vaso de anís para que los mayores aguanten el frío que comienza en esta época, determinado por su situación geográfica.

En torno a la castaña existe una amplia cultura gastronómica al ser este fruto el ingrediente principal de muchos platos de la zona. 




Etimológicamente Capileira deriva del vocablo latino capillaris-e que significa “lugar más elevado”. Debido a su carácter inexpugnable fue uno de los últimos lugares en ser conquistado por los árabes y más tarde por los cristianos. En la etapa nazarí formó parte de la Taha o división administrativa de Poqueira. Capileira fue escenario de las luchas entre Boabdil y su tío el Zagal. 

Tras la toma de Granada su población siguió siendo musulmana hasta que con la rebelión de 1568 los moriscos fueron expulsados por Felipe II para repoblar la zona con colonos cristianos más tarde. Destaca el Pico Mulhacén en honor del antepenúltimo rey nazarí Muley-Hacén de la antigua Garnatha durante el siglo XV y que según crónicas antiguas permanece enterrado en esta majestuosa montaña de 3478 de altitud, sin olvidar el Pico del Veleta con 3.395 msnm.






La tradicional chimenea alpujarreña rompe el conjunto de los terraos. Los aleros son de laja o teja alera contrapesados por piedras “castigaeras”. 

La chimenea cumple dos funciones: la primera es buscar en la altura la mejor circulación del aire que favorezca la extracción del humo y al mismo tiempo evitar que en invierno queden sepultadas por las nieves que puedan acumularse en las cubiertas. 

Existen variedades locales dignas de estudio. En la Alpujarras Altas predominan las chimeneas troncocónicas con “sombrerete” seguidas por las cuadrangulares, ambas rematadas por una laja y una piedra castigaera que evite que la primera salga volando en días de fuertes vientos.

En la parte oriental, existen las troncopiramidal con tejadillos de laja horizontal a dos aguas.

Desde Órgiva transitamos por Torvizcón y Cadiar parando en los miradores con la Sierra de la Contraviesa como testigo de la abrupta orografía de la comarca hasta llegar a Yegen, que la hiciera inmortal el hispanista inglés Gerald Brenan “Don Geraldo para sus vecinos”. 

Allí visitamos la fonda-museo destacando su humilde escritorio donde se impregnaba de las esencias de la Alpujarra que plasmaría en su libro “Al Sur de Granada”. 




No muy lejos de Yegen se encuentra el pueblo de Válor, célebre porque allí nació don Fernando de Válor y Córdoba “los valoríes”, cabeza del levantamiento morisco contra Felipe II, siendo proclamado por éstos nada menos que “rey de los moriscos” con el nombre de Aben Humeya (Muhammad ibn Umayya). Don Juan de Austria entra a sangre y fuego poniendo fin a la rebelión de las Alpujarras. Los moriscos que se refugiaron en las Alpujarras recibieron el nombre de monfíes. 




Dejamos atrás Ugiar y Laroles para seguir la ruta hacia el puerto de la Ragua en la cara norte de Sierra Nevada, en el Sistema Penibético a 2000 metros de altitud cuyo paso natural nos lleva a la Alpujarra granadina y almeriense. No muy lejos de allí se encuentra Láujar de Andarax, ya en la alpujarra almeriense. 


En el año 913 el paso de la Ragua -Rauah o Ragwa que significa almacén de aguas- fue un punto estratégico por donde pasaron las tropas de Abderramán III para sofocar la rebelión de Omar Ben Hafsún, considerado el azote de los Omeyas entre el año 880 y 918 y cuyos dominios se extendían hasta las provincias de Málaga y Granada haciendo incursiones incluso cerca de Córdoba. Las Alpujarras fue considerada por los cristianos de la época tierras de los monfíes –bandoleros-.





En 1567 entraba en vigor la Pragmática Sanción firmada por el rey Felipe II que desencadenó la Rebelión de las Alpujarras, la cual limitaban las libertades religiosas de una población morisca obligada a abandonar sus modos de vida y costumbres, prohibición de usar sus nombres en árabe y hacer uso de los baños como purificación antes de entrar en las mezquitas. 

Un hecho trascendente que atrasó el reloj de nuestra historia fue la expulsión de los moriscos el 9 de abril de 1609 por Felipe III, tras la rebelión de las Alpujarras (1568-1571) al ser considerados virtuales aliados de los turcos que asolaban los puertos del Mediterráneo. Se produce de forma escalonada entre 1609 y 1613 generando un traumatismo histórico en base al expolio de sus haciendas, humillación y persecución, impidiendo que una civilización admirable siguiera desarrollándose en base a una economía de subsistencia entre huertas, artesanía, ganadería y pequeño comercio. La desafortunada decisión trajo consigo el consiguiente abandono de los campos de cultivo al considerarse a los moriscos como una especie de quinta columna o enemigo interior. Fueron expulsados trescientos mil árabes entre Aragón, Levante y Andalucía que pesaron como una gran losa en la agricultura al dejar los campos desiertos y por consiguiente en nuestra economía. 

Ya el 31 de marzo de 1492 los Reyes Católicos mediante el decreto de la Alhambra habían ordenado también la expulsión de decenas de miles de judíos. Los moriscos musulmanes fueron obligados por los cristianos viejos y la intolerancia religiosa a abrasar la religión católica o abandonar España. Muchos moriscos optaron por vivir en la tierra que los vio nacer. 

Mientras la luz de una civilización espléndida declinaba lentamente en la Península Ibérica, el asentamiento de la población morisca en Berbería contribuyó a su renacimiento cultural ejerciendo una importante influencia en el norte de África.





Desde el Puerto de la Ragua a medida que íbamos descendiendo hacia Calahorra nos íbamos encontrando un cambio radical en el paisaje que nos proyecta cierta tristeza. En ese entorno, los árboles brillan por su ausencia, tan sólo el imponente castillo medieval de Calahorra, baluarte de tiempos pretéritos construido en 1510 con sus macizas torres cilíndricas impresionan al viajero junto con la fuente de agua cuyos orígenes se remontan al año 940 con el Califato de Córdoba.

Cuenta Gerald Brenan en su libro "Memoria personal 1920/1975" que se puso en camino con su amigo Hope, desde Guadix hacia Yegen a través del Puerto del Lobo -2764 metros de altitud-, que es el paso más alto que cruza Sierra Nevada.

De regreso a nuestro punto de origen observamos desde cierta distancia el barrio de las cuevas de Guadix junto a las laderas de las colinas.




Desde la Alpujarra granadina para el Blog de mis culpas...



Enlace interesante

I Viaje a la Alpujarra granadina

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