domingo, 26 de octubre de 2014

Visita al "Molino Nuevo" de Morón



Verde intenso del aceite que se rezume en la vieja almazara, 
fruto de olivos retorcidos entre lomas y surcos del tiempo.
¡Quién encala nuestras limpias miradas entre blancos sueños!,
…la cal de mi tierra perenne legado de nuestros ancestros.

Una tarde de octubre acompañado del amigo Mané visitamos el Molino Nuevo del siglo XVIII a pocos metros del Museo de la Cal de Morón, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Cuando llegamos a la puerta del cortijo, se puede observar un bello paisaje con la Sierra de Morón como fiel vigía desde su privilegiada atalaya. El cortijo “Molino Nuevo” me recordaba aquéllas bellas estampas que salían en la serie “Curro Jiménez” en tiempos pretéritos y que forman ya parte de la retina de nuestro recuerdo.

Etimológicamente el término morón significa primer monte o sierra de una cadena montañosa.




Fuimos recibidos por Carmen y Pablo –muy campechanos como se dice en nuestra tierra- quienes nos explicaron “in situ” de una manera didáctica e ilustrativa el funcionamiento del molino tradicional y la prensa de viga y quintal, así como otras anécdotas interesantes de aquélla época como la presencia de “bandoleros” como el “Barquita”, “El Pitero” y “Gonzalito” a finales del siglo XIX que tenían atemorizado a todo el término municipal de Morón.


En la hoja está grabado "Antes la muerte que la deshonra".


Las prensas de viga y quintal han formado parte de la memoria histórica de las almazaras tradicionales desde tiempos romanos hasta la aparición de las prensas hidráulicas. Un completo recorrido que explica el proceso de elaboración del aceite de oliva virgen como cultura milenaria del aceite y sus usos, desde la recogida de la aceituna hasta almacenar el aceite de oliva en las bodegas donde se depositaban en grandes tinajones.




No debemos de olvidar que el aceite de oliva ha sido considerado “la génesis de nuestra civilización y piedra filosofal de nuestra dieta mediterránea”. El olivo ha estado omnipresente en la cultura andaluza desde los tiempos de los fenicios y griegos. En la antigua Atenas de Pericles una rama de olivo simbolizaba la paz. A los vencedores de las antiguas olimpiadas griegas se les obsequiaba mediante una corona realizada con ramas de olivo silvestre -acebuche-.

Los romanos utilizaban el puerto de Baelo Claudia para transportar las ánforas de aceite de oliva virgen a la Eterna Roma. Algunos autores consideran que el efecto mediterráneo acaba donde el olivo deja de ejercer su influencia.






Un patrimonio vivo como legado ancestral de nuestra historia. Existía un dicho en aquélla época “la campaña del aceite empezaba por San Andrés (30 de noviembre) y terminaba por San José (19 de marzo)”, lo que nos da una idea de las peonadas que se generaban en los molinos de aceite tradicionales. Nos comentan Carmen y Pablo que la aceituna cuando está en su punto  óptimo de calidad para la molienda es cuando empieza ligeramente a cambiar de color -de verde a negra-.

Si la retina del recuerdo de las almazaras pudieran extrapolar profesiones desaparecidas se podrían encontrar: maestros molineros, husilleros, peones, los carreteros, guarnicioneros, cordeleros, alfareros, talabarteros, carpinteros, herradores y un largo etcétera. Existen innumerables motivos para preservar esa memoria histórica de la cultura de nuestro aceite de oliva. La Administración debiera de canalizar de algún modo ese legado ancestral para ponerlo en valor de todos los ciudadanos para uso y disfrute de la cultura mediante visitas concertadas mediante algún tipo de convenio.




En Morón sólo queda un cortijo aceitero con prensa de viga y quintal del siglo XVIII “Molino Nuevo” y en toda Andalucía tal vez menos de una treintena. Lo peor que le puede ocurrir a cualquier patrimonio cultural, sea del tipo que sea es que pueda perder la memoria y con ello caer en el olvido.

El castillo de los antiguos alkevires y posterior reino de taifa  (1013-1066) como vestigio del pasado puede ser sólo un ejemplo.

¡Se imaginan para un escolar lo didáctico que sería poder estudiar en el campo visitando el nacimiento del Guadaira (Wad al-Ira), el Museo de la Cal y terminar su jornada en el Molino Nuevo. ¡Un auténtico museo de la cultura ancestral del aceite con raíces etnológicas!.




Molino Nuevo es un bello cortijo del siglo XVIII encalado con una portada en la fachada realizada con una piedra nativa de Morón denominada moronita, Su patio empedrado con el olivo en su parte central forma parte de su arquitectura vernácula, es decir que está realizado todo el conjunto con elementos de la zona como los techos de cañizos, vigas de madera, solerías de piedra, paredes encaladas con cal de nuestra tierra…

Al fondo resalta su torre que servía como contrapeso a la prensa. El molino se situaba en dirección norte y las ventanas carecen de cristales para permitir la circulación del aire.



La primera fase de la molienda se realiza en un molino de “sangre” al ser la tracción animal la que movía la muela de piedra cónica que molturaba la aceituna a la anchura que tenía la piedra. El malacate se enganchaba al tiro del animal. La primera fase consistía en triturar las aceitunas. El molino de piedra cilíndrica o cónica constituye el fundamento de los molinos tradicionales de aceite de oliva. Las reatas de mulos entraban cargadas de aceitunas -picudo y lechín generalmente- y se iban depositando en la tolva para ser molidas y la masa resultante pasaba al alfarje de mármol de Pozo Amargo, donde posteriormente era recogida. En el rincón todavía existe una chimenea que calentaba el agua a altas temperaturas que servía para lograr más aceite en sucesivas presiones.




La segunda fase consistía en prensar dicha masa que se realizaba en la segunda gran pieza del cortijo donde nada más entrar lo que más impresiona es la prensa de viga y quintal de 17 m. de longitud, muy utilizada entre el siglo XVII y XIX. La solería es de piedra de Tarifa.

Pablo nos explicó mediante bolígrafo el mecanismo del molino basado en el principio de la palanca. La presión ejercida por el marrano -que era una pieza fuerte de madera, colocada sobre el tablero de las prensas que se utilizaba para igualar la presión y apretar el cargo de los capachos- se realizaba forma progresiva y lenta gracias a un peso de 3.000 kgs. suspendidos en la cola de la viga que se elevaba mediante un tornillo o husillo de madera que lo hacían girar los cagarranchos o “husilleros” que agarraban los dos brazos de madera denominado vigarras. El maestro molinero  era la persona que estaba a cargo de toda la faena.

La prensa de viga y quintal o prensa “de libra” era una viga de pino como pieza fundamental que actuaba a modo de gigantesca balanza, contrapuesta por una torre maciza, que vimos desde el exterior. La palanca se ejercía mediante un torno, que levanta el enorme quintal y aplastaba las esteras de esparto, con la pasta de aceitunas previamente triturada, en el otro extremo. Lavija era el centro de gravedad de la enorme viga. El tornillo  o husillo se untaba con jabón de aceite. De una palanca de primer grado -como un balancín de un parque - se pasaba a palanca de segundo grado,-como actúa un cascanueces-, realizando una presión superior a 80 toneladas por metro cuadrado.




La tercera fase consistía en la decantación natural en grandes tinajas subterráneas. Por la diferencia de densidad el aceite se quedaba arriba y el agua debajo. El aceite en frío de la primera presión era el mejor. Cuando se le añadía agua hirviendo permitía una segunda presión y salía aceite en caliente, de inferior calidad. Si se añadía de nuevo más agua hirviendo el aceite resultante recibía el nombre de lampante. Como su propio nombre indica era el usado para las lámparas de aceite, al no ser apto para el consumo humano. El aceite de oliva pasaba a las tinajas de la bodega apto para su consumo.

Gracias a Pablo nos enteramos de palabras que se usaban en los molinos aceiteros como husillo, guiaderas, marrano, vírgenes, trabones, quintal, bigarras, lavija y un largo etcétera.

Nos despedimos con la grata sensación de haber aprendido muchas cosas gracias al conocimiento de Carmen y Pablo en esta materia.




Ya, en la puerta, Carmen y Pablo no quisieron dejarnos marchar sin que reparáramos en tres detalles de la puerta de entrada: la piedra de moronita que la adornaba, las huellas de los carros sobre el sardinel de entrada y los desgastes en los quicios a la altura de los ejes de las ruedas. Todo ello hacía suponer que aquella puerta habría sido cruzada infinidad de veces en trasiego de  labores agrícolas.  

De vuelta a la carretera muy cerca del museo de la cal, comentaba el amigo Mané, ¿porque no se podría ampliar las visitas también al molino? y hacer un recorrido por la historia de la cal y el olivo, señas inequívocas de la identidad de Morón. Claro que para esto la administración local tendría que estar en la sensibilidad.




En definitiva, una visita muy grata y didáctica en el último molino de viga y quintal “Molino Nuevo” que se encuentra en Morón. Uno de los pocos que sobreviven aún en Andalucía como magnífico legado ancestral de nuestra cultura.

¡Una tarde excelente!.

P.D. La etimología del término aceite proviene del arameo zait que arabizada pasó a ser zaytum y en andalusí derivó az-zait que significa jugo de la aceituna. El término aceituna también se remonta al arameo zaytūnā que pasó al árabe clásico zaytūnah y en al Andalus azzaytúna, cuyas reminiscencias y efluvios legados por nuestros ancestros han permanecido hasta nuestros días. El término zaytum hizo que se dejara de usar el término óleum utilizado por los romanos.

El olivo, debido a su importancia en la alimentación de los pueblos antiguos, se consideró un árbol bendito. Los griegos y los romanos creían que la diosa Minerva regaló el olivo a los humanos. En esa época se utilizaban tres tipos de aceite: de aceituna verde, pintona y madura. El aceite romano (siglos I al IV), se utilizaba en la cocina, en las ceremonias religiosas, en cosmética… Según relata el escritor romano Plinio, las aceitunas de Augusta Emerita tenían un sabor muy dulce.

Prensa de viga y quintal en Emérita Augusta

El dibujo muestra dos contrapesos cilíndricos de granito pertenecientes a una prensa de viga. Este modelo, utilizado por los romanos, se ha mantenido sin modificaciones a lo largo del tiempo. Mediante presión se licuaba la pasta de aceitunas extraída previamente en un molino y el zumo se deslizaba por pequeños canales hasta llegar a los depósitos de decantación.


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