miércoles, 5 de febrero de 2014

28 de febrero. "Día de Andalucía"


“Andalucía es el resultado de un proceso histórico con identidad histórica como base de su identidad cultural, modelada a lo largo de siglos que nos ha dado nuestra forma de entender la vida y como resultado final nuestra cultura que forma parte de la memoria colectiva”.

Isidoro Moreno (antropólogo)




Cercano el día de Andalucía [28 de febrero] la retina de la historia nos retrotrae a tiempos pretéritos donde en la Asamblea de Ronda de 1918 a propuesta de Blas Infante se evocaron vínculos históricos que coinciden con el máximo esplendor de nuestra cultura (Al Ándalus).



Andalucía por sí, para España
y la Humanidad

Asamblea de Ronda de 1918

La primera referencia escrita que se conserva de una bandera de similares características a la de Andalucía pertenece al reinado de Al Mutasim de la taifa de Almería en el siglo XI (año 1051), posiblemente nos encontramos con la bandera más antigua de toda Europa. 

Recogida por Henri Peres en su libro Esplendor de Al Andalus, en los versos del poema de Abú Asbag Ibn Arqam: 


“Una verde bandera

que se ha hecho de la aurora blanca un cinturón,

despliega sobre ti un ala de delicia,

que ella te asegure la felicidad

al concederte un espíritu triunfante”.

El 18 de julio de 1195 el sultán Ben Yusuf Yaqub derrota a Alfonso VIII de Castilla en la batalla de Alarcos (última gran victoria musulmana). 

Para conmemorar el triunfo ordena colocar una bandera verde y blanca en la Mezquita de Sevilla, que representaba la unidad almohade (blanco almohade) y la colaboración andalusí (verde omeya). 

“La bandera blanca y verde -el verde perteneciente al Califato Omeya y el blanco del Imperio Almohade-, vuelve tras siglos de guerra. A decir Paz y Esperanza, bajo el sol de nuestra tierra”…




Andalucía ha sido el resultado de un crisol de culturas en su constante histórica en la que destaca por derecho propio una brillante civilización que tuvo su máximo esplendor bajo la antigua al Andalus estimulando durante siglos la imaginación de una Europa de su época sumida en las tinieblas de la ignorancia y donde coexistieron en tolerancia tres culturas (cristiana, judía y musulmana).


Un marco geográfico desde la antigua Sharq al-Andalus (oriente) hasta el antiguo Garb al-Andalus (occidente) con la cuenca del Wad al Kabir (Guadalquivir) como gran receptora histórica de las civilizaciones como fiel testigo de la historia, fusionando la cultura autóctona con diferentes pueblos mediterráneos, formando un auténtico crisol de culturas, donde la lengua árabe de Al Andalus ha sido una lengua sinónima de refinamiento y erudición en su época, lo que sirvió como vehículo para introducir las primeras traducciones al árabe de los filósofos griegos, en especial Aristóteles de la mano de Averroes y que posteriormente se benefició el pensamiento posterior del mundo latino (Santo Tomás).



Una civilización que ha legado topónimos tan bellos como Andalucía, Algarbe, Algeciras, Alpujarras, Axarquía, Elvira, Gibraltar, Guadalquivir, Trafalgar, Mulhacén, Pico Almanzor, Sevilla junto a otras palabras enraizadas en la memoria colectiva de los andaluces tales como acebuche, aceite, aceituna, alarife, albañil, alcuza, aldaba, alfarero, alféizar, aljibe, almohada, barrio, laud, mozárabe, muladí, mudéjar, posada, presa, taberna, zaguán y un largo etcétera que pertenecen a ese gran legado andalusí con cuatro mil arabismos que con su esencia han enriquecido nuestro léxico siendo el único pueblo de habla latina que ha impregnado el castellano a pesar de las tristes circunstancias históricas que tuvo consecuencias lamentables para la economía española como la expulsión de los judíos en 1492 y la expulsión de los moriscos en 1609.

Es obvio que dicha civilización refinada ha marcado la historia y la cultura de España y al mismo tiempo dejaron su huella en muchos aspectos de nuestra personalidad y costumbres que han forjado nuestro carácter. Negar esto sería amputar la realidad.


También nos legaron una configuración urbana cuyos orígenes emanan de las alcazabas y fortalezas en busca de protección y que se irradiaban a través de los arrabales (al-rabad), plasmado como una crónica del desarrollo de su propia historia.


Configuración urbana en la que destaca una brillante cultura del agua que dotaba a las medinas de un complejo sistema de alcantarillado que evitaban que las aguas fecales fueran derivadas a la vía pública y al mismo tiempo contaban con sistemas de riesgo ayudado por la noria que hizo inmensamente fértiles las huertas y vegas andaluzas y levantinas, al contar con cultivos como la caña de azúcar, el azafrán, árboles frutales y hortalizas desconocidos en Europa, lo que contribuyó a enriquecer la dieta mediterránea.


Para celebrar tan magna efemérides, no existe nada mejor que conocer Andalucía, sus pueblos y sus gentes. Sueños blancos de la cal y de nuestra propia esperanza por encontrar un futuro mejor para nuestros pueblos (verde y blanco de nuestra bandera).


Unas rutas del legado andalusí -Califato, Almorávides y Almohades, Nazaríes, Pueblos Blancos, etcétera-, salpicadas de aldeas blancas diseminadas en perfecta armonía con el paisaje, calles angostas y sinuosas encaladas con cal que han permanecido generación tras generación.


Efluvios y reminiscencias andalusíes que han pasado a formar parte de la genealogía del pueblo andaluz. Costumbres que han formado parte dentro de nuestro proceso histórico modelado durante siglos y que nos ha proporcionado nuestra forma de ser y de entender la vida a través del crisol de culturas. Medinas (al madinat), mezquitas, atalayas, alcazabas (al Qasaba), arrabales (al rabad), aljamas, alhamas (al hamma), posadas (fundaq), ladrillos, tejados árabes, calles angostas y sinuosas inundan los cascos históricos de nuestras ciudades históricas.

"Desde Morón, en el Día de Andalucía"...



Lomas trenzadas de olivos verdes retorcidos por el tiempo

legado de pueblos blancos diseminados bajo la serranía

y el verde intenso del azzeit que se rezume en la vieja

al masara, mientras la Cal legado de nuestros ancestros,

encala de sueños y utopías la blancura de nuestras miradas.



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