jueves, 15 de agosto de 2013

Vejer de la Frontera (I), reminiscencias andalusíes entre la angostura de sus calles


Cobijada que descubriste
 Tu cautivo rostro
En aras de la libertad



Foto. El País

Uno de los pueblos de Andalucía que han recibido el topónimo “de la Frontera” ha sido Vejer, al formar parte desde tiempos muy pretéritos de antiguas tierras de fronteras y repoblación como resultado del antagonismo entre dos maneras de entender la vida: el mundo cristiano y el mundo musulmán.

Arcos de la Frontera, Castellar de la Frontera, Chiclana de la Frontera, Jerez de la Frontera y Vejer de la Frontera en Cádiz, Aguilar de la Frontera, en la provincia de Córdoba, Cortes de la Frontera en la provincia de Málaga y Morón de la Frontera en la provincia de Sevilla.


En el año 711 los árabes cruzan en Estrecho de Gibraltar-Gebel al-Tarik- y tras la batalla del río Guadalete, Barbate, ó de la Janda -ya que los historiadores no se ponen de acuerdo sobre el lugar-, en la que Tarik derrota el rey visigodo Roderico, Vejer pasa a manos musulmanas con el nombre de Besher. Durante más de cinco siglos formó parte del dominio musulmán volviendo a manos cristianas en dos ocasiones. La primera, en el año 1250 con Fernando III el Santo, volviendo a manos musulmanas en agosto de 1264 para volver definitivamente en 1285 con Sancho IV que la concede a la Orden de Santiago. En 1307, después de una segunda repoblación, pasa a ser señorío de Guzmán el Bueno –dueño de las almadrabas de toda la zona del Estrecho de Gibraltar y Tarifa- hasta que heredaron de él los Duques de Medina Sidonia…


Vejer ha formado parte desde tiempos inmemoriales de un territorio denominado de fronteras que separaba el Islam del Cristianismo entre conquistas y repoblaciones con abundantes reminiscencias andalusíes que aún perduran en la fisonomía de sus angostas calles.


Sancho IV ordena la restauración de su fortaleza en el siglo XIV y el Duque de Medina Sidonia construye la torre de la Corredera y el baluarte de la Segur, en el siglo XV.



Desde Tarifa –al sur del sur- con la isla de las Palomas, -el lugar más meridional de Europa, donde confluyen las aguas del Mar Mediterráneo con el Océano Atlántico- hasta Baelo Claudia, pasando por Zahara de los Atunes, llegamos hasta Barbate -considerado el atún como el oro rojo- y desde allí visitamos Vejer con sus enormes cuestas que desembocan en una especie de laberinto por la angostura de sus calles que desembocan en su bello casco histórico. 



Cuenta la leyenda que en torno a 1485 tuvo lugar el matrimonio entre el emir Mawlay Alí Ben Rachid, descendiente del profeta y del clan noble de los alamís de Marruecos, con una cristiana vejeriega que adoptó la religión islámica y el nombre de Lal-La Zohra o Zahra. El emir que residió en su juventud en Andalucía, a la vuelta a su patria natal se convirtió en jefe de la región de Yebala, fundando en 1471 Chefchauen, ciudad del norte de Marruecos con la que está hermanada Vejer y con la que guarda cierta similitud.


Destaca un sistema defensivo con torres almenaras, desde Tarifa pasando por la Torre del Tajo en el Parque de la Breña, hasta el Faro de Trafalgar, donde el 21 de octubre de 1805 se produjo la célebre batalla que puso fin al dominio español en los mares pasando a Gran Bretaña.

El almirante Nelson abatido por un disparo de mosquete en la batalla de Trafalgar, su cadáver fue metido en un barril de brandy de jerez para evitar su deterioro en la travesía hasta Inglaterra.


En definitiva, una zona que posee un gran patrimonio arqueológico,  defensivo, natural con una elevada bio-diversidad que entre todos tenemos la obligación de legar a las generaciones venideras.


Pasear por las callejuelas de Vejer es extrapolar nuestra retina a un emplazamiento que ha hecho posible unas condiciones defensivas óptimas para ser fortificada al poseer una gran altura natural que la hacían casi inexpugnable. El arco de la puerta cerrada como puerta de acceso al recinto amurallado, en el barrio de la judería,  sus cuatro puertas (La Segur, Sancho IV, de la Villa y Cerrada) junto a sus tres torres (Mayorazgo, San Juan y Corredera), hacen de su casco histórico una buena excusa para visitar tan interesante ciudad.


En la oficina de turismo de Barbate, nos entregaron un interesante mapa de campo “Historias y Leyendas de la Costa de Trafalgar” que nos abrió el apetito cultural en un fin de semana que tan sólo teníamos la intención de disfrutar de sus bellas playas con sus arenas doradas y aguas cristalinas. 


Entramos por la Torre de la Corredera hasta llegar a la Fuente de la Plaza de España y descansamos un poco en el café Trafalgar para recuperar fuerzas y poder subir por sus angostas callejuelas empedradas. Pasamos por la Puerta de Segur, segunda puerta interior del antiguo baluarte defensivo y conocida como la puerta de la Villa hasta el siglo XVII hasta llegar al recinto amurallado y  dirigimos hasta su hermoso castillo junto y la Iglesia del Salvador, con una parte mudéjar del siglo XIV y otra parte gótico-tardío del siglo XVI.


A lo lejos de divisan  los molinos de viento o harineros como autenticas reliquias cuyos orígenes se remontan al siglo XIX, pertenecientes a la Cada Ducal de Medina Sidonia. Paseamos por el Callejón con la imagen de la Virgen de la Oliva que me recordaba a la desaparecida "Siete Revueltas" de Morón.


Desde Vejer para el Blog de mis culpas...

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